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Itziar González en el club pobrelberg

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La noche del pasado jueves 10 de enero los compañeros del club pobrelberg nos encontramos de nuevo para cenar con Itziar González en un bar del popular barrio del Poble Sec, uno de los pocos establecimientos barceloneses en los que pudimos festejar, como si fuera domingo, la desobediencia civil a las normativas administrativas que han secuestrado nuestras vidas privadas cuando salimos por la puerta de nuestras casas, y que criminalizan gustos y vicios individuales que no hacen más daño que a la falsa conciencia de nuestros actuales histriónicos gobernantes. Puede parecer una anécdota, pero es justamente el gozne que abre o cierra el espacio público y el espacio privado una de las cuestiones fundamentales a debatir hoy en día, y de hecho este fue el tema principal de nuestra conversación con la ex concejal del distrito de  Ciutat Vella en un ayuntamiento gobernado entonces por comisionistas del más poderoso consejo de administración de BCN, el PSC, s.l.

Ciertamente en la deliberación acerca de los límites entre lo privado y lo público no sólo podemos concretar la política que cabe hacer hoy en día para transformar nuestras vidas, sino también llevar a la práctica un nuevo concepto de municipalismo que subsuma la vida privada, con sus diferencias y conflictos, en la vida pública, pero no para privatizar lo público, como sucede hoy en día bajo la presión de los grupos de influencia en la práctica totalidad de los partidos políticos que gobiernan en los ayuntamientos, sino, todo lo contrario, para politizar lo privado y transformar así la administración municipal, desplazando  su actual función de gestión de la vida pública y control de la vida privada por una nueva función de intermediación entre las necesidades e intereses de los ciudadanos, en particular de la mayoría social constituida por las clases populares, en la que los administradores dejarían de ser los propietarios de los bienes públicos para convertirse en simples mediadores. De este modo se garantizaría que el capital social de nuestras ciudades no sólo circulara de abajo a arriba, sino que se reintegrara a los de abajo, sus legítimos propietarios.

Itziar González Virós nació en Barcelona el 1967 y es arquitecta de formación. Estudió en la ETSA de Barcelona y durante cuatro años trabajó como profesora asociada en el Departamento de composición y estética, la reserva de los teóricos y filósofos que pensaron el urbanismo de la ciudad olímpica y vanguardista de la década de los 90. Una plaza como la de Lesseps, en cuyo proyecto  dejó su huella al coordinar con éxito el proceso de participación ciudadana del vecindario, y que resolvió un secular problema de movilidad y uso del espacio público por parte de la ciudadanía, puede servir como botón de muestra del sueño de una ciudad modernista en la hegemónica ciudad noucentista en manos de banqueros, constructores, especuladores y políticos ávidos de poder. En su actividad profesional se comprometió a un particular juramento deontológico: “Valorar el patrimonio y no hacer obra nueva”. En una ciudad en plena fiebre urbanística, inmersa en demoliciones, construcciones i deconstrucciones, aquel juramento parecía condenarla al ostracismo. Pero una mañana, allá por el mes de junio de 2007, recibió la llamada de Carles Martí, el fontanero –mejor sería decir chapuzas a la vista del caso Palau y el caso Diagonal– de Jordi Hereu, ofreciéndole el reemplazo de su cargo como concejal del distrito de Ciutat Vella. Y sus vínculos familiares e historia sentimental pudieron más que su juicio, aceptando el reto de pasar de reformar fincas de particulares a gestionar el espacio público de una parte de su ciudad que representaba su alma entera. Es reveladora al respecto la entrevista publicada en Fem Paral·lel (septiembre 2009).

Como ella misma confesó en la cena, que esperemos que no sea la última porque entre nosotros no hay ningún Judas, cayó en la tentación. La cultura política que vivió en su casa –hija de un Catedrático de Derecho Constitucional que participó en la redacción de la Constitución y de la también catedrática y ex Rectora de la UPF- se juntó con el afán de su formación técnica por transformar la realidad social, operando una suerte de exilio interior de la poetisa que llevaba dentro. Como en La República de Platón, donde el diseño de la ciudad exigía la expulsión de los poetas trasngresores del orden social, su palabra poética, la que a los 18 años pugnó con su pensamiento geométrico para dirimir su vocación y vida profesional, fue desplazada por el idealismo institucional y la razón dialéctica. Y así fue hasta su dimisión en el mes de abril de 2010, cuando la realidad social se impuso con toda su fuerza bruta a su voluntad de transformación urbanística y social. Me refiero al escandaloso y vergonzante caso Palau, en particular a la cesión de unos terrenos a la constructora Ferrovial para edificar un Hotel de lujo junto al Palau de la Música en contra de la opinión de todos los afectados. Sin embargo, este detonante se alimentó de una potente masa explosiva: la soledad ante todo el espectro de fuerzas de izquierda que gobernaban la ciudad, en particular el “buenismo” de la gente de IC que todavía no se han enterado que el capital ha declarado la guerra a las clases populares desde la reacción neocón de finales de los 70 y no se puede responder a sus agresiones tirando flores, por no hablar de la política municipal de Portabella, quien sólo tenía una idea y muy fija, la de retirar a los pajaritos de las Ramblas; la connivencia entre los comisionistas del PSC y los corredores políticos de CiU que al no tener ya que esconder ninguna incoherencia de discurso suprimieron la función de los comisionistas al tratar directamente con las grandes corporaciones; las amenazas de muerte ante su heróica acusación de corrupción política, blanqueo de dinero y tráfico ilegal en el puerto por parte de partidos políticos, empresarios y mafias; las penosas circunstancias familiares por las que pasó, y por último la amarga decepción de descubrir que el poder no está en las instituciones políticas sino en el mercado, esto es, en el espacio privado, y que ya no podía hacer nada más con las armas de la ley y la democracia. En relación al principal motivo de su dimisión, me parece una obscenidad moral que algunas de las personas que la presionaron para aceptar el proyecto de Hotel del Palau de la Música, como Carles Martí y Ramón García-Bragado, por entonces primer y cuarto teniente de alcalde, y el último concejal de urbanismo, sigan activos en la política el primero, como primer secretario de la Federación de Barcelona del PSC y senador, y en la abogacía el segundo, en la firma Miliners, si bien su permanencia se explica por los servicios prestados al partido y a particulares.

Ningún uso del espacio público de Barcelona se puede hacer o cambiar sin la complicidad del ayuntamiento, por aquellos años gobernado por el PSC, lo mismo que sin la complicidad del primer partido de la oposición, por esos mismos años CiU, y ambos partidos políticos tenían una trama de financiación irregular en las concesiones, licencias y recalificaciones para obras que hacía oídos sordos a la voluntad de los vecinos.Todos estos motivos conducen a Itziar ineludiblemente a presentar su dimisión, para alivio y alegria de los dirigentes del PSC. En aquel momento no hizo ninguna declaración pública. Se marchó con la dignidad de quien ha cumplido con su deber hasta sus últimas posibilidades y convencida que la verdad se defiende sola. Pero la verdad no camina sola. La mentira es su sombra y para que no la oculte hay que iluminarla. El momento llegó con la presentación de la nueva edición que realizó del libro Barcelona pam a pam, d’Alexandre Cirici, en el mes de semtiembre de 2012.

La principal lección política de esos tres años de acción de gobierno municipal es, tal como nos confesó, que es un error hacer política sin el apoyo no sólo de los afectados sino también de los movimientos sociales. No deja de ser una ironía que se sintiera más próxima de las causas de los activistas sociales del Espai Social Magdalenes, donde se encontraba nuestro compañero Hibai, y de las reivindicaciones de las putas del Raval, que no de las consignas políticas del PSC, cuando aquellas personas fueron las que con más empeño fiscalizaron su gestión y solicitaron  con más vehemencia su intervención en la resolución de numerosos conflictos de intereses entre los vecinos del distrito, que cortase con la relación clientelar de ciertas asociaciaciones y agentes económicos del distrito y que denunciase todos los casos de corrupción que causaba la financiación irregular del PSC, una financiación que convertía a los dirigentes del partido en comisionistas de empresarios y grupos mafiosos, como todavía sucede hoy en día en muchos otros ayuntamientos como ha evidenciado la reciente Operación Mercurio.

La otra lección es una comprensión realista del sistema de partidos políticos que le ha llevado a formular una nueva teoría de las élites políticas que hará pública proximamente en un libro conjunto con los periodistas de la revista Cafè amb Llet. La misma Itziar nos ha autorizado a hacer un avance de esa teoría. En pocas palabras, nuestros partidos políticos son en la práctica sociedades limitadas que sólo atienden las necesidades de los suyos. El mecanismo para medrar en los órganos de dirección del partido consiste en la externalización del dinero, ya sea su origen los fondos públicos o el capital privado. Quien más dinero transfiere al partido, más poder tiene, llegando a ocupar los primeros puestos en la organización. Si se quiere un ejemplo actual de este mecanismo lo tenemos  en los imputados en la Operación Mercurio, donde encontramos a Manuel Bustos, alcalde de Sabadell, presidente de la Federación de Municipios de Catalunya y primer secretario del PSC del Vallès Occidental sur, y a Daniel Fernández, secretario de organización del PSC, el número dos del partido después del secretario general Pere Navarro -quien reivindica la presunción de inociencia de todos los imputados, como no podía dejar de hacer al tratarse de unos de los suyos-. De este modo, se ha producido una privatización de los partidos políticos por la que son prácticamente impermeables a las demandas de la sociedad e incluso a los militantes de base que no han entrado todavía en ese mecanismo de poder. Entre los compañeros del movimiento 15-M circula un mensaje que es iluminador al respecto:

COMENTARIO AL TELEGRAMA DE RUBALCABA de un ex-militante del PSOE

Ockham 23-10-2012 09:39:24h

Yo soy ex-militante y ex-miembro de ejecutiva de distrito en una agrupación de Madrid capital. Y lo dejé justo antes de las Elecc.Generales, cuando constaté que ni siquiera con un tsunami como el enorme batacazo de las Municipales se iba a poder acometer la renovación necesaria. El problema no es el compañero Rubalcaba, el problema es la gente en la que ha tenido que apoyarse para llegar a ser secretario general. El problema es la colonización del Partido a todos los niveles por personas que han hecho del PSOE su profesión, su modo de generar ingresos para su familia. Y que se asomarían al abismo si tuvieran que dejar su puesto de trabajo a otro. Esa gente es mayoría ahora mismo dentro del Partido en los órganos de decisión, controla todos los resortes, taponando la misma posibilidad de que aparezca un mirlo blanco (que los hay, uno mismo en Madrid), que pudiera regenerar el Partido, pero al mismo tiempo barrer con el delicado equilibrio del que dependen tanto puesto de trabajo. Ahora mismo la gente que pudiera representar el punto de vista de los votantes e incluso de los militantes de a pie, que claman a voces por una renovación en profundidad y por tomar distancia, incluso de manera hostil si es necesario, con gran parte de lo que ha representado el Gobierno de Zapatero, son minoría en el Comité Federal. La voz de los votantes y de los propios militantes “de corazón” del PSOE no será escuchada…el mantenimiento del status quo y de los menguantes puestos de trabajo es la principal prioridad…

Por todo ello, ahora que emerge la poetisa, la visionaria, la voz que es capaz de hablar del desierto que envuelve la ciudad, un desierto que hay que recorrer y conocer para conjurar los peligros de la democracia, la tiranía o la demagogia con falsas convicciones o promesas, Itziar emprende un ambicioso proyecto, la creación del Institut Cartogràfic de la Revolta, que tiene como tarea dibujar los mapas de las relaciones y sinergias de los movimientos sociales, asociaciones o simples grupos de personas que promueven una nueva cultura política y luchan por un nuevo sistema social postcapitalista. Una iniciativa que hay que celebrar y que tiene un precedente en el espacio iconoclasistas, cuya visita es muy recomendable, como apuntó Hibai. Como botón de muestra del potencial que tiene esta actividad de cartografía crítica colectiva merece la pena incluir aquí el mapa energético catalán facilitado por el compañero Xavier, y donde se puede ver claramente la reproducción de las relaciones de poder y explotación Norte-Sur. En concreto, las comarcas de las Terres de l’Ebre constituyen el territorio catalán que posee el mayor número de instalaciones de energía y que aporta más PIB en el sector energético mientras que sus habitantes tienen un nivel de renta familiar bruta sensiblemente inferior a las comarcas del Norte de Catalunya, en concreto las de Girona, el Alt Pirineu y Aran (fuente: Idescat, 2000-2004), además de una mayor contaminación del agua y del aire, así como una mayor destrucción del paisaje. El mapa en cuestión es un buen motivo para la revuelta de los catalanes del Sur.

Pero volvamos tras esta digresión al proyecto de Itziar. La idea es hacer una Cartowiqui que registre la masa crítica para la revuelta. Porque si no hay un número crítico de sujetos políticos que generan alternativas reales al actual sistema social, entonces no es posible el cambio de modelo, o mejor dicho, no ha llegado todavía el momento. Para Itziar no tiene ningún sentido empujar a la gente más consciente y comprometida a la revuelta que cambie las actuales relaciones de poder si no hay suficientes sujetos políticos que lo hagan posible. En ese caso es mejor seguir haciendo pedagogía política de la revuelta que no desacreditarla ante el conjunto de la sociedad con nuevas derrotas.

Cabe hacer aquí una aclaración. Cuando Itziar habla de revuelta no se refiere al concepto de revolución social postulado tanto por la tradición socialista como por la anarquista. No olvidemos que es arquitecta y como tal sabe de sobras que la mejor estructura es la que se construye con los materiales justos y necesarios, como el arco de medio punto, que se sustenta por una única pieza, llamada clave (dovela central), puesta a presión justo en medio de las dos filas de dovelas de ambos lados del arco, siendo sus respectivas formas iguales y cuya forma de todo el conjunto permite descargar los pesos que recaen en el espacio vacío. Esta solución arquitectónica, que tiene su origen en Mesopotamia, la toma como metáfora de la política. Así, las dovelas son los marcos de referencia (los intereses y las necesidades de la población) del poder político, siendo éste la clave, que en tanto es una pieza igual que las otras dovelas, su diferencia con el resto está únicamente en su función, la de sustentar el conjunto. Cuando se sustituye el poder político por otra clase de poder que no es de la misma naturaleza que la de los marcos de referencia cuyo conjunto sustenta, y que ya no es intercambiable con ellos, entonces se produce una mixtificación de la política, y es necesario restaurar la pieza original. De ahí el nombre de revuelta: volver al arco original. (Es preciso señalar aquí que la traducción al castellano disipa el valor asociado: clau de volta – revolta). Se trata, por tanto, de una restauración arquitectónica, o lo que es lo mismo en lenguaje político, una restitución del poder legítimo sobre la base de la soberanía del pueblo. Porque de no hacerlo, es posible que el arco esté sometido  a excesivas tensiones que impidan una distribución adecuada de la carga de pesos  y a causa de ello se desmorone. Por tanto hay que hacer una revuelta para reapropiarse del poder y garantizar de este modo su legitimidad. Y con ello garantizar la igualdad y la justicia social.

Sin embargo, si todavía no se ha alcanzado el punto crítico, hay gestos que sí son importantes. La dimisión de Itziar fue, tal como afirmó, su primer acto propiamente político después de tres años de gobierno municipal. Recuerdo ahora una interpelación del compañero Guillem al diputado Coscubiela en otra cena emplazándole a que los representantes de su partido político escenificasen un gesto semejante, dignificando así la actividad parlamentaria. La respuesta que vino a dar es que tal gesto no era necesario porque su existencia era fantasmagórica. Si mañana desaparecieran todos de sus responsabilidades políticas, no se notaría apenas su ausencia ni en el Parlamento ni ante la opinión pública. Esta confesión confirma la metáfora dibujada por Itziar de la política institucional. Lo mismo que sucede en un futbolín, en el que los jugadores no tocan con los pies el campo de juego y están perfectamente alienados por una barilla que los ensarta por su cintura, haciéndo que su movimiento sea al unísono, y que la causa de este movimiento proceda de un agente externo a los jugadores -las personas que juegan al futbolín-, en las instituciones, verbigracia el Parlamento, los representantes políticos omiten la realidad social de sus agendas y su voluntad está constreñida por la disciplina de voto o la obediencia a los dirigentes del partido, que a su vez responden a los imperativos del mercado. El único margen de maniobra que les queda es para negociar el porcentaje de la financiación irregular de sus respectivas organizaciones políticas, así como para algunas licencias ideológicas que no compromete en nada a los poderes económicos. Dicho esto, me parece muy relevante otra sugerente idea de Itziar ante la pregunta por la opinión que tenía de la entrada en el Parlament de la CUP y en particular del candidato David Fernández, con quien también cenamos en las mismas fechas que fue declarada su candidatura. Su respuesta es que sentía simpatía por este partido político así como por David porque hasta la fecha no han sido encuadrados en la óptica dominante de las relaciones de poder entre los respresentantes políticos y la ciudadanía. Itziar nos llamó la atención sobre el hecho que los candidatos de la CUP siempre miran al público cuando salen en una fotografía o en un vídeo, siempre salen fuera de encuadre, al no mirar a la cámara ni buscarla con su mirada. Este hecho tiene un alto valor simbólico porque el desencuadre en los medios rompe la metáfora del futbolín, al manifestar una subjetividad política conectada con la realidad social y libre de presiones externas.

Para ir concluyendo, no quisiera terminar esta crónica sin considerar algo que a todos los compañeros nos llamó la atención durante la cena. Itziar respondía a nuestras preguntas y argumentaba con un carboncillo en las manos, dibujando sobre grandes hojas de papel que servían de salvamantel las metáforas arquitectónicas de sus ideas. Estuve tentado de llevarne uno, pero mi pudor a parecer fetichista me inhibió. Guillem tuvo mejor suerte porque ella le regaló uno de sus dibujos. El hecho de dibujar formas para expresar ideas me trajo a la memoria a Anaximandro de Mileto (siglo VI ac) a quien se le atribuyen dos ingenios igualmente importantes para humanizar la realidad: el libro y el mapa. El dibujar letras y cosas naturales respondía a la voluntad de determinar con las apariencias del mundo el fondo originario, indeterminado, que constrituye la realidad. Es cosa sabida que la forma fija límites y define, y gracias a ello podemos comprender las cosas. Anaximandro también era dibujante y urbanista como Itziar, y se le atribuye una expedición colonizadora a Apolonia. Su época fue la de la fundación de las polis, el invento político más importante de los antiguos griegos y el antecedente de nuestras ciudades y Estados. No es casualidad que la fundación de las polis se diseñara con orden geométrico y se dejara en manos de técnicos urbanistas. La matemática al servicio de la política engendra la democracia, al establecer una medida y proporcionalidad en la configuración del espacio público. En las polis los edificios crean las plazas y sus medidas son a escala humana. No hay lugar para grandes palacios ni construcciones monumentales. Las grandes construcciones religiosas se dejan fuera de las ciudades, como la Acrópolis de Atenas.

Hoy en día también vivimos un momento fundacional de unas nuevas ciudades y nuevos Estados. Nuestro actual sistema social no es sostenible en tanto que acentúa las desigualdades y es causa de la injusticia social. Ha llegado el momento de ser ambiciosos, de quererlo todo. Es ya una cuestión de supervivencia generar una nueva cultura política que redefina lo público y lo privado. Y ahora, como en tiempos de Anaximandro, se necesitan técnicos urbanistas como Itziar González que dibujen con rigor geométrico los planos de esas dos dimensiones de la vida social. Tal como nos advierte, en nuestras actuales sociedades la violencia se encuentra en el espacio privado porque el poder político, en complicidad con el económico, lo ha dejado fuera de la ordenación del espacio público, por lo que ha sido conquistado por las clases más favorecidas, mientras que el espacio público está cada vez más regulado y ahoga la libertad del ciudadano. De lo que se trata es de asumir los conflictos entre particulares no ya como asuntos meramente civiles, privados, sino como conflictos políticos que afectan al espacio público. Hay que dar cobertura desde los poderes públicos a los intereses de las clases populares en sus conflictos con las élites económicas, al mismo tiempo que hay que ampliar el espacio público para no constreñir las iniciativas de la sociedad civil y de los individuos. La política que toca hacer hoy en día ya no pasa por la reforma de la administarción sino por su transformación como aquel poder de intermediación entre los ciudadanos que opere un cambio de mentalidad desplazando aquello de “que hay de lo mío” por  un solidario “que hay de lo nuestro”.


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